El quetzal,
Una maravilla ancestral
Admirado desde la época prehispánica por su
hermoso e iridiscente plumaje, el quetzal (Pharomachrus mocinno) habita desde
los bosques de niebla del sureste de México hasta el noreste de Panamá.
Para las culturas mesoamericanas, el quetzal
fue símbolo de vida, de fertilidad y de abundancia. Los mayas utilizaban sus
plumas como moneda y como adorno para sus estandartes y atuendos. Para
obtenerlas capturaban vivo al quetzal cuando migraba hacia las tierras más
bajas (justo después de la reproducción), se las arrancaban y lo dejaban en
libertad. Por ser considerado un animal sagrado, matarlo ameritaba la pena de
muerte.
El quetzal macho mide aproximadamente 35 centímetros de
largo; se distingue por su color verde metálico, por su penacho, pecho y
abdomen rojo, su pico amarillo y su
espectacular cola, que llega a medir hasta 90 centímetros .
La hembra, como sucede en muchas especies de
aves, es menos llamativa, ya que carece de penacho, tiene el pecho gris, el
pico negro y la cola mucho más corta.
En la época reproductiva, los machos exhiben
su plumaje, su cola y sus habilidades ante las hembras realizando vuelos
nupciales sobre las copas de los árboles. Anidan en los agujeros de los troncos
y ponen de dos a tres huevos de color azul pálido, que los padres incuban
durante unos 18 días. Los pichones nacen desnudos, pero en tres semanas
adquieren su plumaje. En el empollamiento y la crianza de los polluelos
participan los dos miembros de la pareja. Al terminar la reproducción, los quetzales
inician la migración hacia ecosistemas de menor altitud.
En cuanto a su alimentación, el quetzal se
considera una especie omnívora, pues de jóvenes devoran pequeños vertebrados,
así como insectos y moluscos, posteriormente que sustituyen por diferentes
frutos, pero 40 por ciento de su comida la constituyen los
aguacatillos silvestres.
La situación actual de esta especie es
controversial, pues en México se le considera como especie en peligro de
extinción mientras que a escala global se le clasifica como especie de bajo
riesgo, por su amplia distribución territorial, no obstante que las poblaciones
presentes en esas áreas son muy reducidas. Sin duda, la supervivencia de esta
especie se encuentra gravemente amenazada por el tráfico ilegal, por ser altamente
cotizada como especie de ornato y por la pérdida de su hábitat, el cual se ha
visto reducido en 78 por ciento en los últimos 30 años.
Fuente: KIWANJA
Universidad Iberoamericana - Ciudad de México
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